El tiempo estaba cumplido. Los objetivos se habían derrumbado. El trabajo, duro y complicado, no tenía frutos.
Lo hecho , hecho estaba. No había vuelta atrás. Lamentos,lagrimas, desilusiones, era lo que se veía en ese momento.
¿Que vamos a hacer, si el tiempo había concluido?¿Que vamos a hacer, si no hay nada por delante?¿Que vamos a hacer, si nuestros deseos culminaron? Nada,ya que ni esperanzas nos quedan, se decía en uno de los rincones.
Los protagonistas, angustiados, buscaban una respuesta a este debacle anímico. Nadie podía encontrarla, ni los hinchas, ni los dirigentes, y menos ellos, que estaban dentro del campo. Era un partido,pero no común como todos, sino el más especial, el de la final, donde se ponían en juego los honores, el respeto, la camiseta, los colores, la historia, la rivalidad. No era uno más, era el mas importante. Decisivo y fundamental, titulaban los diarios. De vida o muerte, eran las palabras que salían de las bocas de los que tenían la voz en la radio. Para dar a conocernos al mundo y mostrarle quienes somos, se decía en las calles de la ciudad. Pero... ¿y los jugadores que sentían?
Ellos eran quienes darían la cara, quienes decidían este fundamental, de vida o muerte, partido. Ellos quienes serían conocidos darían todo por la camiseta. Ni los hinchas, ni los dirigentes. Ni los diarios, ni la radio. Ni los ciudadanos ni el mundo. Sino quienes pisen el verde césped. Quienes, aguerridamente, le dirán quienes eran , son y serán. Pero, por lo que se contó anteriormente, no sucedio, ya que el tiempo había finalizado. Ese maldito tiempo que le dio buenas y malas noticias. Quien hizo levantar temprano a los hinchas para ver el partido, o hacer salir del trabajo a otros. Quien decidía cuando empezaba (en representación: el arbitro) . Pero también les jugó en contra, como en el ultimo partido, ó ejerciendo presión a los jugadores para que ganen ya que les quedaba poco tiempo.
Pero esta vez les fue favorable, ya que el tiempo estaba cumplido, pero su representante nunca pitó el final. Tenían otra chance, ya que si nadie avisa cuando algo termina, todo sigue. Nunca hay que darse por vencido, y menos si pensamos que todo acabó, porque hasta que el arbitro no pite el final, el partido no termina.
