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24/4/16

Esto es AFA: partido de Primera con sólo un asistente


No lo vas a leer en ningún medio importante. Ni en los de papel, internet, televisión. No. Porque no vende, no está en el mercado. Aunque de a poco se le da importancia. Pero hasta ahí no más. Y pará de contar. Hasta ahí. Esto pasó en Argentina, Provincia de Buenos Aires, en un partido de fútbol femenino. Aunque para el que escribe, le suena raro, porque nadie le dice fútbol masculino al que juegan ellos, pero sí separa al femenino. Esa es otra discusión, en la que tengo un pensamiento, pero quedará para otro día. No para este, que ya tuvo muchas cosas en pocas horas. Comienzo...

La historia será mejor contarla en primera persona, más que nada porque eramos pocos, y nos conocemos mucho. Pero afuera son muchos, y conocen poco. Domingo, 14 horas, pasando el Predio de la Asociación del Fútbol Argentino, cerca de Ezeiza -desconozco geograficamente, no te voy a mentir-. El lugar se llama Rancho Taxco: hemoso, gigante, héctareas varias. Hermoso. Allí, el Club UAI Urquiza tiene un convenio y algunos partidos del fútbol femenino se dan en una de sus canchas, la perimetrada. Y justamente recibió a Estudiantes de La Plata, por la cuarta fecha del Campeonato de AFA. Primera División, nada amateur. Primera, como Boca - River (partido que se jugó a la misma hora, pero no importa en este caso, y encima salió 0-0, uff).

La cita era para las 15:30. El local y la visita estaban listos -en realidad listas, porque ellas jugaban-. Pero algo pasaba. Una hora y un poco más antes del partido, el asistente N°1 ya estaba en el predio, como debe ser. Su vestimenta oscura lo denotó, pero más sabe uno si es árbitro: sí, el que escribe lo es, por ende nos reconocemos aunque no nos conozcamos. No es que tengamos cara de árbitros -¿existirá la cara de árbitro?-, aunque hay detalles claves: ropa negra, reloj, bolso oscuro, peinado, afeitado y cara de poker.

El tiempo pasaba, y mientras fui a buscar las planillas de los equipos con mi colega -él en realidad las pidió, yo tomé nota-, notábamos preocupación. No era por el clima (parecía que iba a llover, y fuerte), sino por la restante parte de la terna. El Colegio de Árbitros ya había avisado quién venía, la AFA lo comunicó y también se sabía el horario: 15:30. La que impartiría justicia había llegado sin que la viéramos, por el simple hecho de estar del otro lado de la pared. Sin embargo, si es terna deben ser tres.

Cerca de las 15:20, los periodistas nos dirigimos a la cancha, cual soportó a pesar de las lluvias. Los cancheros, qué trabajo, para destacar. Sí, había que aclararlo. Volviendo a la cuestión: todos reunidos en el lugar menos embarrado posible nos preguntábamos por qué los equipos seguían entrando en calor si es que en diez minutos comenzaba todo. "Falta un árbitro", tiró uno. "Si es así, soy capaz de ayudar yo, pero no se puede. Seguro comenzará a las 16, esperarán a que llegue", le contesté. Nunca llegó. Sin embargo, podía jugarse y habría consecuencias.

Dijeron que estaba lesionado, o lesionada -desconozco el sexo de quien tendría que venir-. Aunque acá entra mi cuestión, una de las tantas: en la Liga donde yo participo, hay algo que se llama comunicación. Si uno o una no puede, el día anterior o con horas previas avisa mediante un mensaje de texto -no pido ni carta, ni paloma mensajera, ni nada de eso- y se busca a un colega que lo suplante. Allí somos como 90, uno disponible mínimo siempre hay. Y esa Liga es amateur, muy. Pero esto es Primera División de AFA, y se tuvo que jugar con sólo dos árbitros. Insólito.

La árbitra avisó la cuestión a las capitanas, que no lo podían creer: para muchas, primera vez, para otras, primera y última. Estudiantes comenzó el partido atacando para el lado donde no había asistente; la UAI, en sentido contrario. Sin complicaciones, quien ejerció justicia no tuvo inconvenientes mayores en cuestiones de posiciones adelantadas en el primer tiempo. El tema fue el complemento.

"Acordate de esto: segundo tiempo, la UAI Urquiza, un equipo que ataca mucho y aprovecha los espacios, estará yendo para el sector donde no hay asistente y te aseguro que habrá un gol en posición ilegítima, será convalidado y se armará lío", le dije a mi colega, uno de los únicos que sabe de fútbol femenino. Dicho y hecho: sin ayuda, la árbitra principal valida un gol que no debió convalidar. Y a los 30 segundos, el asistente N°1 levanta su bandera. Pensamos que era para remarcarle el fallo, que desde mi posición -mitad de cancha- se notó. Pero no, sólo para que calme a la entrenadora de Estudiantes que, con razones obvias y al estar en una posición privilegiada, reprochó sobre ese gol. El mismo que abrió el partido, el mismo que si hubiese árbitro asistente N°2 ni tendría que haberse festejado. Sin embargo lo hubo, y quebró el encuentro ya que estaba sin goles.

Presión, nervios, el campo de juego, cuestiones que quizás complicaron la tarea de una dupla que tuvo que comenzar tarde el partido. La culpa no recae en ellos, aclaro. Todo lo contrario, sino en la organización, falta de comunicación y una falta de respeto que se le da a este fútbol. Y digo este fútbol porque es la misma AFA la que hace diferencias entre masculino y femenino. La misma AFA que, para contarles, ni siquiera tiene solapa de fútbol femenino en su web. La misma que no pone a gente con sabiduría para manejar a la Selección femenina. La misma que tiene otras preocupaciones, pero no se fija en los detalles para que todo crezca. La que desprestigia al mal llamado interior. La misma que seguramente se lavará las manos, como una y tantas veces. La misma que se cree por encima de todo, pero en el barro se va hundiendo. Como ellas, hoy en la cancha.

Esto es AFA.