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28/5/15

Juan fue Antonella


Nunca lo supo. Iba a ser rubio, de ojos celestes, rey y luego abogado. También sería morocha, con una verde mirada, princesa y doctora. Sin olvidar que tendría cabello castaño, dos opacas ventanas al mundo, ocuparía un lugar más en la mesa y haría lo que más quiera. Él nunca supo de ella, ni viceversa, otros esperan por quien resta, pero todos sabían y planeaban sobre ellos.

Juan lo llamarían. Alto como él, refinado como ella. Jugaría por todo el parque, tratando de no ensuciarse (algo imposible, ¿no?). Tendría amigos por todas partes, tanto en el jardín de infantes como en el colegio, ambos privados y que lo depositaría en un buen nivel social. Más tarde, arrancaría la facultad del mismo estilo: paga. Sería el rey de la casa: único, el fruto del amor, al que nadie le dice que no y encima, a futuro, todos pedirían por él. No sólo por su belleza, sino porque el tener 'Doctor' adelante de su nombre le daría más prestigio.

Antonella, aquella que con sus ojos verdes iluminaría el rostro de cualquiera que la viera. Su sonrisa picarona, con sus preguntas que le harán conocer el mundo de una manera particular. No confiará tanto en las respuestas que le den, sino que iría a buscarlas. Siempre por otro lado, nunca por el que le dicen. Iba a ser alguien fuerte, con personalidad a destacarse entre las demás. En la escuela sería la que manda en su grupo, aunque todas se tratan por igual. Siempre pensaría en los demás, no tanto en ella. Y desde un principio, primero atendiendo a sus muñecos, decidiría atender a las personas. También tendría Doctora por delante de su nombre, pero sería la princesa, aunque en la casa no creían ni apostaban por la monarquía.

El cómo estaba en duda. Sólo intuían algunos detalles. No pensarían en sorpresas, sino en cuestiones que les parecían comunes, aunque para ellos nada es común. Apoyaban a las nuevas ideas, que se diferenciaban de lo establecido. Querían un mundo mejor, y con quien viniese sabían que lo sería. No sólo que le correrían las cortinas a sus dos ventanas, sino las mismas, los marcos, las persianas pero siempre con el criterio de cuidar. Que se divierta, con precaución del mundo exterior, porque en el interior podría hacer lo que le plazca. Y una de las cuestiones era denominarse como quisiera, no por la opinión de otros o de ellos.

Nunca lo supo. Ni él, ni ella. Eran todas ideas. Futurología de algo que nunca pasaría, excepto algunas cuestiones. Juan no fue doctor, Antonella tampoco atendió muñecos y quién llegaría todavía no abrió sus ventanas.

Quien sería Juan fue finalmente Antonella, la idea de Antonella concluyó en Juan y quien queda tiene unos días de espera para que le levanten las persianas. Por suerte, no tenía la vida armada desde antes de nacer y él/ella decidirá por sí mismo/a. ¿Quiénes somos para decidir por sobre otros? Nadie, pero nadie es nadie. Todos somos alguien, aunque a veces nos priven de serlo.